A priori se podría pensar que Japón, un país con una fuerte cultura y tradición propia, y una serie de festividades abundantes y arraigadas (los matsuri), podría rechazar celebraciones propias de Occidente y Norteamérica, como puede ser el día de San Valentín. Pero nada más lejos de la realidad. Y es que dicen que, cuando los japoneses adaptan una tradición foránea, lo hacen con una intensidad extrema que roza lo obsesivo.
Chocolate y más chocolate (pero solo para los chicos)
El San Valentín japonés se centra especialmente en el chocolate. Este se vende de mil formas, sabores, tamaños y presentaciones pero además, puede tener diferentes significados, no sólo el de “obsequio amoroso” que podría entregarle una pareja a otra: hay chocolate para los de la friendzone, es deicr, los amigos “especiales” pero que son solo eso, amigos (tomo choko), chocolate “para quedar bien” con tus compañeros de oficina y demás conocidos (giri-choko) y, por supuesto, el chocolate para dárselo a tu amado, más caro que el resto normalmente (el honmei-choko).
La segunda característica más destacable es que el chocolate, en teoría, está destinado única y exclusivamente para los chicos. Lo ideal sería que las chicas lo hicieran en sus casas, pero dado el torrente de vida que lleva la sociedad japonesa y la sobreexplotación de esta festividad, hay mil y una opciones para comprarlo hecho en cualquier pastelería, supermercado o incluso por internet. Para solventar tal injusticia de género chocolatera, un mes después de San Valentín los japoneses celebran el White Day, el día en que son ellas las que deben ser obsequiadas, normalmente con un regalo más caro que puede ser chocolate, joyas o incluso lencería. Pero esta ya es otra historia que os contaremos en otro post.
Si con tanto hablar de chocolate os han entrado ganas de comerlo también, os proponemos que os paséis por Robata y os pidáis de postre una porción de Chocolate Cake, pura e íntegramente de lo que su nombre indica. Os prometemos que no haremos distinción entre chico o chica 😉